El último día me pareció más largo que ninguno. Estaba sola. Sola en aquel sótano donde el lamento de los silenciosos cadáveres arañaba el bramido del piano que provenía del primer piso.
“Disfrute mi melodía– me había susurrado aquel monstruo antes de encerrarme- porque será lo último que escuche. Nunca debió aceptar el caso, señorita Espinosa”.
Y cuando el re menor sentenció el grave final de la sonata, supe que había llegado la hora.
“Oh, querido” - murmuré. Y una violenta risotada arañó mi garganta - “ Lo que no sabes es que acepté de buena gana”.
La luna se sumergió entre las nubes sabiendo que una vida más se derramaría esa noche. No la mía.
Jugueteando con aquel cristal entre mis dedos, mientras tarareaba esa misma melodía que hacía solo unos segundos emanaba de sus rudos y ásperos dedos, escuché sus pesados pasos descender el ultimo tramo de escalones.
Si: el ultimo día en aquel lugar pareció más largo que ninguno.
“Pero - pensé, vengativa- lo bueno, siempre se hace esperar”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario